“Alegoría de la caverna”
- Anónimo
- 17 nov 2020
- 2 Min. de lectura
Mi visión personal
Cuando era un niño, en mis más locas fantasías, he llegado a imaginar que éramos algo así como una especie avanzada de marionetas manejadas por unos titiriteros tan expertos que, a pesar de ser nosotros seres racionales, lograban movernos a su placer y conveniencia. Ahora, con 18 años y habiendo leído “La alegoría de la caverna”, por cierto, en varias oportunidades, puedo afirmar que mi imaginación infantil no era tan alocada.

Mi crecimiento y educación han estado y aún están, en gran medida, encadenados a medios de comunicación politizados y controlados por grupos de poder a quienes les viene muy bien, para sus respectivos fines, “vendernos y lograr que compremos" la realidad que nos pintan, una versión absolutamente subjetiva de los hechos. Eso es lo que vemos a diario: un desfile de sombras cuya pasarela es la pantalla de nuestro televisor. Y llegado a este punto me detengo, porque acá me convierto en uno de los prisioneros de la alegoría de Platón, sólo que en lugar de la caverna estoy en mi cuarto, en mi casa, pero introducido en una realidad diseñada, pero no a mi pedido. Y siento que, bueno, mejor me quedo en mi zona de confort, no me esfuerzo y tomo lo que me dan: “la cómoda verdad".
Pero, ¡ojo! No sé confundan. Sé muy bien el valor de la información que recibo sólo que prefiero hacerme el distraído. Porque, en este sentido, contrariamente a los protagonistas temerosos de la caverna, sé diferenciar las sombras de la verdad y sé que vivo en una sociedad que también está encadenada, pero a intereses económicos. Traspasé exitosamente las vallas de lo sensible y conjetural y puedo afirmar que sé cuál es la enceguecedora verdad. O al menos, tengo mi teoría. La luz del conocimiento hace libres a los pueblos, decía Sarmiento y, también, los ilustrados. Por eso, el prisionero que sale de la caverna recibe esa luz y el resto queda en la oscuridad de la ignorancia.
Tal vez, parezca que mi postura es ambigua. No, yo estoy a favor de salir al exterior de la caverna, sólo que en esta sociedad de la que formo parte por el solo hecho de haber nacido en ella, solo no puedo, necesito ayuda y nuestro sistema no la da, independientemente de la bandera política. Nuestro tan mentado sistema que, de tanto hablar de él y sentir su peso, ha adquirido una identidad humana y contaminada.
Estoy seguro de que el mundo no es ni tan fantástico ni tan terrible como nos lo muestran los medios de comunicación. Pero también sé que no es tarea fácil convencer a mis pares y no tan pares que debemos pelear juntos por una realidad verdadera, luchar contra la farsa, la copia falsa que nos muestran mientras nos vendan los ojos y nos cuentan el cuento que todos queremos escuchar. ¿Y por qué no es tarea fácil? Simplemente, porque yo compartí con ellos esa ficción. Sólo que comprendí que esa visión del mundo es una simple proyección deformada de la verdad.
Comments