Deconstruir el amor
- Lucia Spessot
- 28 sept 2020
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 29 sept 2020

Introducción
En este texto corto trato de desarrollar la idea de deconstruir el amor, buscar una mirada filosófica en base a conclusiones a las que llegué con distintas investigaciones. El amor es un tema totalmente polémico, podemos pensarlo desde muchos puntos, pero en lo personal el filosófico me gusta porque no trata de imponer una verdad sino cuestionar las verdades que nos vienen instalando desde el inicio de la humanidad de una forma tan naturalizada que hasta, a veces, no nos damos cuenta.
Desde el año pasado vengo viendo videos, leyendo libros o tomando clases sobre ideas que buscan romper con la forma de amor que conocemos y que nos fue impuesta, tanto de forma individual, como universal. Es increíble la cantidad de información que se puede encontrar sobre este tema tan icónico y que sigue siendo una de las principales preguntas filosóficas a lo largo de los años.
Igualmente, y salteando todo intento de formalidad, del amor no entiendo nada, y escribo mucho de lo que me quedó, quizás no de una forma tan completa, pero todo es experiencia, si vivís solo pensando en que es el amor te olvidas de la parte más importante: amar.
Desidentificarse
La información.
Desde que nacemos nos enseñan a amar, nos van haciendo un caminito.
Desde un lado cultural, por ejemplo, nos dicen que, las nenas, van a encontrar a un príncipe azul el cual las va a llenar, las va a hacer plena, se van a casar, tener hijos y vivir felices. Es decir, desde que naces te meten una idea del amor no solo heteronormativa y patriarcal, sino que, además, muy alejada a la realidad.
Para los nenes, en cambio, no hay una princesita rosa, no. Hay una carrera, una casa, plata, un auto y en el mismo rango de importancia, una mujer, la cual entra en una necesidad patriarcal y hegemónica en la cual ambos se necesitan.
Estas formas vuelven al amor, más que amor, un negocio. Una relación económica. ¿Qué quiere decir esto? Simple, dos personas están juntas, no por pasión, no por amor, no por felicidad, sino, por necesidad. Es una relación que equilibra las necesidades netamente capitalistas, la cual se basa en organización y bienes divididos. Ambos se sirven, no es amor, pero es práctico. La mujer que fue niña, sacia la necesidad de un príncipe, el hombre antes niño, tiene lo que cree que necesita. Pero de nuevo, eso es lo que creen. Eso es lo que les dijeron y, aún peor, eso es lo que ven.
Y ahí llegamos a la otra parte, la mirada personal si se quiere. Toda nuestra niñez nos dicen que las personas que nos aman incondicionalmente y casi, obligatoriamente, son nuestros padres, mamá y papá. Ahora, si en tu hogar, las personas que, se supone, nos tienen que amar, y son, por ende, de los que aprendemos a amar (inconscientemente) cada vez que haces algo mal te golpean, por ejemplo. Sos una nena, y cada vez que te mandas una tu mamá te pega, vos asocias eso con el amor. Luego creces, tu novio te pega, y está bien, porque te ama, porque eso es amor, ¿O no? Bueno, lo mismo pasa con un niño, si te pegan por amor, vos o pegas por amor o dejas que te peguen. Pero eso no es amor.
Entonces, el aparato que nos enseñaron que es el amor ¿es el amor realmente?
No, creo que no. Creo que el trabajo está en desidentificarnos con el aparato de amor que nos impusieron. Entender que no siempre lo que te dicen que es amor es amor. En el nombre del amor dios mando a Jesús a la cruz, en el nombre del amor Romeo y Julieta se suicidaron. Está mal pegar, pero cuando es con amor ¿cuenta?
Inspeccionar en nosotros qué es lo que sentimos y si es que lo sentimos o lo queremos sentir, o es lo que “se tiene que hacer”, iniciar la búsqueda de romper con lo que nos fue impuesto y reinventar a la idea de amor. Reinventarnos a nosotros. Y criar y proyectar desde esta ruptura (de la cual nace algo nuevo)
¿Cuánta otredad soportas?
Cuando hablamos de amor, hay una pregunta que se suele presentar y hay accionares de los cuales no nos damos cuenta pero dan que pensar.
El amor, ¿es sobre uno o es sobre el otro? Antes de respondernos esta pregunta tenemos que pensar que significa cada una de las opciones.
Si el amor es sobre el otro, sería algo así como retirarse para que el otro sea. Tus necesidades dejan de tener importancia, no esperas una reciprocidad, también se podría usar la frase conocida de “si amas déjalo ser”. Pero ¿realmente nos vamos para que el otro sea? Yo creo que no. Cuando nos enamoramos de alguien, por ejemplo, nos enamoramos, primero, de una idealización, esta idealización es la proyección de lo que nosotros necesitamos que el otro sea, y ahí ese otro deja de ser tan otro y empieza a ser un espejo de nosotros. Y cuando pasa el tiempo y conocemos a la otra persona, si ésta entra en la idealización previa es muy poco otro, por ende, ya ahí empezamos mal. No amamos al otro por otro, amamos al “otro” porque este entra en lo que nosotros necesitamos que el otro sea. Porque si el otro es realmente otro y tiene, otros gustos, otras pasiones, otras formas de expresarse, otra energía, no nos cierra del todo. Lo mismo pasa con los amigos, uno nunca se aleja tanto de uno en las relaciones. Yendo a relaciones más familiares, como la es el de una madre o un padre con sus hijos, se ve siempre que en la crianza de un niño los padres proyectan o sus frustraciones o sus necesidades en vez de retirarse para que el pequeño sea. Esto, de una forma o muy notoria o también, en pequeños detalles. No digo que esté ni bien, ni mal. Solo digo que cuando la gente dice “el amor es sobre el otro” no tiene en cuenta que, de por sí, en su vida no hay demasiada otredad. ¿Cuánta otredad soportamos? Y si (más polémico) nosotros vivimos cambiando, y por ende, siendo otros, ¿Cuánto nos soportamos a nosotros mismos? Porque tampoco olvidemos que muchas de las cosas que nos chocan del otro son las que nos chocan de nosotros mismos.
El amor como religión.
Cuando hablamos del amor podemos decir que es casi una religión, porque cuando se habla del amor, siempre es algo así como “El amor es algo que no se puede ver, que se siente, que está en todas partes, es un motor. ¿Qué es la vida sin el amor?, se encuentra en cada cosa, no sabemos muy bien que es, pero te plenifica” Que es, en otras palabras, más o menos lo mismo que dicen los creyentes de dios, dios está en todos lados, dios te plenifica, es tu motor. Se puede relacionar al amor directamente con una religión porque es estar alabando algo que no sabemos que es, ni por qué está o viene a nosotros, lo usamos como motor, como ideal. Es lo mismo y es interesante pensar, en qué pasa si le sacáramos ese lugar al amor. ¿Cuál sería, entonces, nuestro motor? Todo lo que antes le poníamos a dios, ahora se lo ponemos al amor.
“Filosofía a martillazos”...El post amor
“En nuestra cultura el paradigma del amor es la fusión, es la idea de que, al compartir tanto con el otro, nos volvemos una unidad. No podemos salirnos de la idea de que compartir supone una especie de convergencia común. Pobrecitos, ¿no?, ya que si el amor termina convergido en una unidad, diría Nietzsche: siempre uno converge al otro. No es que nos fusionamos de manera democrática, ecuánime y simétrica: hay poder. La fusión es otro nombre para el poder. No hay un encuentro que en su construcción mutua elabora la potenciación plena de las singularidades. Incluso no llamaríamos fusión a algo así. El problema está en la misma idea de fusión, en la idea de sentirnos satisfechos solamente con la percepción de un entrecruzamiento pleno. Pero si tiene razón Nietzsche y en nombre de la fusión siempre hay alguien que fusiona al otro – siempre hay uno que pone las reglas, instala un modelo, prioriza su interés -, entonces, ¿no podríamos hacer de la monogamia un hilo conductor para comprender ese ejercicio de poder que en realidad representa la cuestión política de todo vínculo con el otro? ¿Cuál es la diferencia entre el vínculo amoroso con cualquier otro vinculo, en términos de relación de poder?”
Darío Sztajnszrajber
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